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Por Qué Hacer lo Correcto Según Tu Propia Visión es una Mala Idea

May 5, 2022

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"Benjaminites Seize Wives from Shiloh, Old Testament," by Julius Schnorr von Carolsfeld

¿Qué opina la Biblia sobre nuestra actual fascinación cultural de encontrar nuestra propia voz, fijar nuestra propia agenda, hacer las cosas de acuerdo a nuestras propias luces? (Ya que estamos, si dudan de que esta actitud es dominante hoy, los invitaría a mirar prácticamente cualquier película, escuchar a prácticamente cualquier canción popular o leer prácticamente cualquier último blog o posteo de Facebook). ¿Está la Biblia a favor o en contra de este abordaje ego-dramático de la vida? Quisiera sugerirles que miremos al final del libro de los Jueces, un texto signado por suficiente homicidio, caos y delincuencia como para avergonzar a Martin Scorsese o Quentin Tarantino.

Luego de la muerte de Sansón, el último de los jueces de Israel, las tribus, se cuenta, derivaron en la desunión y comenzaron a manifestar una violencia estremecedora de uno con el otro. La más notable y francamente repugnante historia, nuevamente dentro de un libro lleno de tales historias, se refiere a la atrocidad en Guibeá. Oímos que un hombre de Efraím en el norte había tomado una concubina de Belén en el sur. Cuando la mujer escapó y regresó a su casa, el hombre la persiguió y la llevó de regreso como su posesión. Se puso en viaje con ella entonces y llegó al pueblo de Guibeá. Se cuenta que esa noche “pervertidos” de la ciudad rodearon la casa.

Repitiendo exactamente el infame relato del libro del Génesis, la muchedumbre le gritaba al dueño del lugar: “Trae afuera el hombre que entró en tu casa para que tengamos relaciones con él”. Con una bajeza moral increíble, el dueño de la morada contestó, “¡No cometan esa infamia! Yo tengo a mi hija que es virgen: se la traeré afuera, para que ustedes abusen de ella y la traten como mejor les parezca. Pero no cometan semejante infamia con ese hombre”. En eso, empujaron fuera a la concubina, y los hombres, se nos informa despreocupadamente, “se aprovecharon de ella y la maltrataron toda la noche hasta la madrugada”. 

Totalmente indiferente a su sufrimiento y humillación, el hombre la subió, a la mañana siguiente, en su bestia de carga y comenzó su travesía a Efraín. Cuando llegó a su casa, “tomó el cuchillo y partió en doce pedazos el cuerpo de su concubina. Luego los envió a todo el territorio de Israel”. ¿Estaba muerta cuando la encontró esa mañana? ¿Ella murió en el trayecto? ¿La asesinó? No se cuenta, lo cual sólo agrega horror al relato. Cuando el espantoso mensaje fue recibido a través de la nación de Israel, los ancianos reunieron un ejército y atacaron la ciudad de Guibeá, llevando a cabo una masacre colectiva del pueblo.

Ahora, ¿por qué refiero este relato horrible? Aunque existe un montón de competencia para la distinción, creo que este episodio repugnante y cruel representa el punto más bajo de la conducta humana descripto en la Biblia. Tenemos crueldad, violencia física en bruto, completa ignorancia de la dignidad humana, inmoralidad sexual, violación, cooperación con abuso sexual de la peor clase, homicidio, mutilación y genocidio. Como comentario al margen, me causa un poco de gracia cuando algunos Cristianos me critican delicadamente por mirar, y en algunos casos recomendar, películas en que la violencia y la inmoralidad están en clara exposición. Me pregunto, “¿Habrán leído la Biblia alguna vez?”. Si la Biblia fuera honestamente retratada en una película, la misma recibiría al menos una restricción para menores de 17. Una de las grandes virtudes de las Escrituras es ser brutalmente honesta acerca de los seres humanos y los innumerables modos en que nos equivocamos, los miles de malos caminos decadentes que transitamos.

Una sociedad saludable necesita líderes —políticos, económicos, culturales, religiosos, etc.— que estén animados por un sentido agudo del valor moral objetivo, que esté por encima del mero egoísmo subjetivo.

Otra virtud de la Biblia es que sus autores saben precisamente de dónde proviene toda la disfunción humana, el libro de los Jueces señala claramente que el caos moral que describe es función de la desaparición de todo liderazgo moral en el pueblo. Cuando los jueces desaparecían, la ley no se enseñaba ni se hacía cumplir, y por lo tanto el pueblo deambulaba en un comportamiento pésimo. Sin timón y sin capitán, el barco sencillamente se hace añicos contra las rocas. La frase final del libro de los Jueces resume la situación espiritual: “En aquel tiempo no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía bien”. No interpretaría necesariamente esto sólo como una aprobación a los reyes en el sentido político, sino más bien como liderazgo en el sentido moral. Una sociedad saludable necesita líderes —políticos, económicos, culturales, religiosos, etc.— que estén animados por un sentido agudo del valor moral objetivo, que esté por encima del mero egoísmo subjetivo.

Estos autores de las escrituras sabían que la reivindicación estridente de las prerrogativas propias de cada uno, tan en exhibición actualmente, es fundamentalmente inmaduro y moralmente catastrófico para toda comunidad humana. Esta es la razón por la que los héroes de la Biblia nunca son aquellos que “se encuentran a sí mismos”, sino que en cambio son aquellos que acatan la voz de Dios y permanecen obedientes a la misión que Dios les ha dado. Les advierto, como es a menudo el caso, la Biblia se embarca en la exageración y la amplificación con el fin de captar nuestra atención, similar al método empleado por Flannery O’Connor en sus macabras historias. Es así como la violencia casi caricaturesca alardeada en Jueces está llamada a ser una advertencia hacia una sociedad tal como la nuestra que está perdiendo crecientemente sus modales morales: puede ser que no estés allí todavía, pero es allí donde la carretera en la que te has aventurado te está llevando. La próxima vez que te encuentres preguntándote por qué este mundo está en tan precario estado, recuerda la frase final del libro de los Jueces: “Cada uno hacía lo que le parecía bien”.