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Menorah up close

Los Católicos No Pueden Ser Antisemitas

December 22, 2023

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Unas pocas semanas atrás, en el comienzo del Janucá, mi equipo de Word on Fire publicó en nuestras plataformas de redes sociales una imagen de una Menorá acompañada por un texto de Juan Pablo II celebrando el vínculo espiritual que conecta a los Católicos con los Judíos. Bastante inofensivo, ¿cierto? Aparentemente equivocado. Esta simple imagen y cita se encontraron con una avalancha de furiosas protestas viniendo, parece ser, incluso de algunos Católicos que dieron rienda suelta a expresiones de antisemitismo francamente estremecedoras. Les advierto, he estado en las redes sociales por más de veinte años, y estoy muy bien enterado de cuan vil puede ser ese espacio, pero esta efusión de ira dejó boquiabierto incluso a este veterano que peina canas. Permítanme darles sólo un ejemplo: “¿Acaso llenaron sus bolsillos con dinero?”, “El Judaísmo es la religión del anticristo”, “Los semitas literalmente robaron todo . . . literalmente son ladrones despreciables”, “¿Alguien de la sinagoga de Satán?”, “Bueno, allí está el deicidio”, “Si por hermano te refieres a Caín”.

Miren, sé que hay un montón de personas locas en Internet, pero, de nuevo, sólo el volumen y la intensidad de estas respuestas —y les estoy dando solo una pizca de los cientos de comentarios similares— señalan que tenemos entre manos un problema serio. Porque el Cristianismo colapsa sobre sí mismo sin la referencia constante a sus ancestros judíos. Como lo expresa San Pablo, en Cristo “todas las promesas han pasado a ser realidad”. Y tal como lo declaró el Papa Pio XI, “somos espiritualmente Semitas”. Por lo tanto, si no comprenden a los Judíos, no comprenderán a Jesús. Es tan simple e importante como eso.

Quiero a los Católicos más resueltos e inteligentes. Punto. Pero no puedo tener antisemitas . . . 

Una de las disputas más antiguas dentro del Cristianismo fue la batalla contra Marción y sus discípulos en la segunda centuria. Teólogo inteligente y articulado, Marción argumentó que el Antiguo Testamento presentaba a un dios crudo y comprometido moralmente que no tenía nada que ver con el verdadero Dios revelado por Jesús. Por consiguiente, recomendó que se quitara el Antiguo Testamento entero de la colección de los textos sagrados e incluso grandes franjas del Nuevo Testamento que él consideraba insuficientemente limpias de contagio.

Aunque tuvo una oposición feroz desde el comienzo, siendo el más notable el gran San Ireneo, el Marcionismo resultó ser una herejía muy duradera. En los comienzos del siglo XIX, se reafirmó en los escritos de Friedrich Schleiermacher, el fundador del Protestantismo liberal moderno, que elogió abiertamente a Marción y presentó una comprensión de Jesús que era totalmente no judía. El estandarte de Schleiermacher fue levantado en los comienzos del siglo XX por el profundamente influyente teólogo Adolf von Harnack, que no sólo escribió una biografía de Marción sino que también, imitando a su héroe intelectual, recomendó ¡que todo el Antiguo Testamento fuera quitado del canon! Harnack tuvo varios discípulos entre los teólogos y académicos bíblicos más prominentes del siglo XX, muchos de los cuales presentaron a Jesús en una forma radicalmente dejudaizada, tal como un sabio helenístico o un maestro de verdades espirituales eternas. Pueden escucharse los ecos del Marcionismo, ya que estamos, cuando alguien dice, “Adoro el Dios amable y compasivo del Nuevo Testamento, no el Dios violento y jactancioso del Antiguo Testamento”.    

Y ese Jesús, la verdad sea dicha, es aburridísimo y para nada convincente evangélicamente. Es de crucial importancia que, en la historia del Camino a Emaús, cuando Jesús les habla sinceramente a los dos discípulos, no se involucra en panaceas gnósticas; sino que, “comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él”. En una palabra, se presenta a sí mismo como el cumplimiento de la historia de la salvación, el punto culminante de la historia de los judíos, la expresión completa de la Torá, el templo y la profecía. Y fue en el transcurso de ese discurso que los corazones de los discípulos comenzaron a arder. Fue ese discurso profundamente judío el que los condujo a la conversión. 

Felizmente ahora, en las décadas recientes, ha surgido una nueva generación de académicos bíblicos, que han emprendido la recuperación del judaísmo de Jesús. Se puede nombrar, entre muchos otros, a E. P. Sanders, Richard Bauckham, James D. G. Dunn, N. T. Wright, Joseph Ratzinger, Brant Pitre y Richard Hays. Sus intuiciones están en línea con el documento Nostra Aetate del Vaticano II, que insistió sobre la relación positiva entre el judaísmo y el catolicismo; y con la constante enseñanza de San Juan Pablo II, el primer Papa en visitar la sinagoga de Roma. 

Cuando William F. Buckley se estaba empeñando en lanzar su periódico National Review en los años 50, estaba ansioso de contratar a los más inteligentes y brillantes pensadores conservadores dentro del ambiente anglosajón. Pero fue escrupuloso para eliminar de toda consideración a cualquiera que exhibiera actitudes antisemitas, porque sabía que socavarían su proyecto, tanto moral como intelectualmente. Si los comentarios en mis redes sociales en referencia a una simple afirmación sobre la concordia entre Católicos y Judíos indican algo, es que hemos llegado, en la Iglesia, a una crisis similar. Dentro del gran trabajo de la evangelización, quiero toda la ayuda que pueda conseguir. Quiero a los Católicos más resueltos e inteligentes. Punto. Pero no puedo tener antisemitas, porque son, por definición, enemigos de Cristo.    

Y al acercarse la Navidad, ojalá nos regocijemos en el Dios que se dignó convertirse en un bebé judío.