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Queen Elizabeth II

La Reina Isabel II: Discípula Fiel

September 15, 2022

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Estuve la semana pasada en Roma dando una presentación en la Pontificia Academia de las Ciencias. Tal vez más adelante compartiré algo de lo que enseñé y aprendí en esa conferencia. Tenía planeado ir la siguiente semana a Inglaterra con mi equipo de Word on Fire para una serie de charlas y eventos. Pero en medio de la travesía en Roma, nos enteramos de que la Reina Isabel II había muerto. Tomamos inmediatamente la decisión de posponer el viaje a Inglaterra para más adelante. Pero estuve pensando muchísimo en la Reina durante esos días, especialmente mientras me fascinaba la maravillosa pompa alrededor de la ceremonia de su funeral. Estoy de acuerdo con el ejército de críticos y comentaristas que han alabado a Isabel por su resolución, devoción al deber, su sangre fría frente a las pruebas y amor por el país. Pero me gustaría centrar especial atención sobre una dimensión de su vida que muy a menudo es pasada por alto: su fe Cristiana sin complejos.

Tal vez no sea muy conocido hoy como lo fue alguna vez, pero el monarca de Gran Bretaña no es simplemente un personaje político y cultural sino también claramente religioso. Durante la ceremonia de coronación de la Reina Isabel en 1953, la nueva gobernante fue presentada con cetro, orbe, anillo y corona, cada uno de los cuales estaba ornamentado con la cruz, simbolizando el señorío de Cristo sobre el mundo. Y si bien estaba rodeada durante esa ceremonia con la corona de joyas, recibió una Biblia que fue descripta de esa manera: “lo más valioso que está al alcance del mundo”. El momento más sagrado de la coronación fue la unción, durante la cual Isabel, sin vestir la insignia real y solo con un vestido blanco, fue ungida con crisma por el arzobispo de Canterbury, quien oró para que el Espíritu Santo la escogiera para servir.  

Por supuesto, por medio de esta ceremonia sagrada, Isabel se convirtió, no simplemente en la cabeza del estado sino también en la cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Unos días antes de su coronación, dirigió esta emocionante solicitud a todos en el Commonwealth Británico: “Quiero pedirles a todos, cualquiera sea la religión que tengan, que recen por mí ese día —que recen para que Dios me dé sabiduría y fortaleza para llevar a cabo las solemnes promesas que estaré haciendo, y para que sirva fielmente a Él y a ustedes, todos los días de mi vida”.

Estoy especialmente complacido de honrarla como una evangelizadora, y una fiel y humilde discípula de su Señor.

Para todo aquel que mire objetivamente su vida resultará evidente que tomó seriamente su identidad y sus obligaciones. En un tiempo en que muchos Cristianos abandonaban la práctica de su fe, la Reina Isabel permaneció, a lo largo de su reinado, asistiendo semanalmente a la iglesia. Más aún, se deleitaba especialmente escuchando buena predicación Cristiana, incluyendo a la de Billy Graham, con quien mantuvo una amistad de largas décadas. En sus discursos anuales de Navidad a la nación, la Reina se mostraba siendo, por propio derecho, una buena evangelista, declarando su fe, no simplemente en Dios, sino también en Jesucristo. En el año del milenio 2000 dijo, “Para muchos de nosotros, nuestras creencias son de importancia fundamental. Para mí, las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad personal ante Dios me proveen un marco en el cual intento vivir mi vida. Igual que muchos de ustedes, yo he obtenido un gran consuelo en las palabras y el ejemplo de Cristo”. En el discurso de Navidad de 2008 dijo, “Espero que, al igual que yo, sean consolados por el ejemplo de Jesús de Nazaret que, a menudo en circunstancias de gran adversidad, se las ingenió para vivir una vida generosa, desinteresada y de sacrificio”. Y en 2012 predicó, “Este es el momento del año en que recordamos que Dios envió a su único Hijo a servir y no a ser servido”. 

Que estas no eran simplemente palabras refinadas que pronunciaba la Reina en ocasiones solemnes queda claro cuando prestamos atención a algunos de los notables gestos Cristianos que realizó durante su reinado. Tal vez el más extraordinario fue el ofrecimiento de estrecharle la mano a Martin McGuinness, líder de Sinn Féin, una organización emparentada cercanamente con el Ejército Republicano Irlandés (IRA). El IRA había sido responsable del asesinato del sobrino del Príncipe Felipe, Lord Mountbatten, un confidente cercano del Príncipe Carlos y un amigo de toda la familia real. Qué sencillo hubiera sido para la Reina pronunciar una condena o, cuanto menos, haber ignorado al oficial irlandés. De hecho, muchos sostienen que su ofrecimiento de perdón ayudó enormemente a aliviar tensiones dentro de la sociedad irlandesa y entre los irlandeses y los británicos. En una escala mucho menor, pero de un modo conmovedor por su simplicidad, la Reina hizo declaraciones sobre la entrevista vil y vergonzosa que el Príncipe Harry y Meghan Markle le dieron a Oprah Winfrey. Cuando le preguntaron por su reacción, ella dijo, “Harry, Meghan y Archie serán siempre miembros muy queridos de la familia”. Una vez más, el perdón antes que el castigo fue fundamental en su pensamiento. 

De modo que estoy feliz de honrar a Isabel II como la monarca que más tiempo sirvió en la historia británica, como el ancla para su país durante tiempos turbulentos, y como la Reina que presidió la transición pacífica desde el Imperio británico al Commonwealth. Pero estoy especialmente complacido de honrarla como una evangelizadora, y una fiel y humilde discípula de su Señor.