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El ceño de Oppenheimer

July 25, 2023

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Cillian Murphy, quien evoca de modo hermoso al físico J. Robert Oppenheimer en la nueva película de Christopher Nolan, muestra, durante alrededor del 85 porciento de la película, un ceño preocupado. Nolan no idolatra a Oppenheimer sino que lo presenta consistentemente como un personaje ambiguo, un hombre atormentado por sus propios demonios, por sus enemigos externos y por dilemas morales. Me parece que el ceño de Oppenheimer evoca los profundos conflictos que perduran en la consciencia de Occidente. 

El primero de ellos está relacionado con la ciencia y los científicos. En el mundo antiguo, el personaje más admirado era probablemente el filósofo; en el contexto medieval, el santo; en la era moderna, el guerrero o el terrateniente rico. Pero en nuestro ámbito contemporáneo, parece no haber duda de que el científico tiene el primer lugar. Basados en un instinto bastante profundo, no tendemos a buscar sabiduría en los eruditos, los políticos o los líderes religiosos, sino en los profesionales de las ciencias duras. No es casualidad que George Lucas eligiera, para modelar el rostro del Yoda, el sabio Jedi de La Guerra de las Galaxias, la cara de Albert Einstein. Y Einstein aparece en Oppenheimer, junto con Werner Heisenberg, Niels Bohr, Edward Teller y  Enrico Fermi, al igual que el epónimo protagonista. Me gustó mucho que Nolan presentara a todas estas personalidades en su genialidad y celebrara sus logros, pero que no los canonizara o los presentara como ejemplos morales. Heisenberg, nos enteramos, trabajó para los Nazis; Teller era un tránsfuga; Oppenheimer era un egocéntrico y desleal; etc. Existe una nítida distinción entre la perspicacia intelectual y la excelencia moral, y en nuestra cultura, muy a menudo confundimos aquella con esta. 

Einstein and Oppenheimer

Esto abre paso al segundo conflicto —y es el tema central de la película— que es la tensión entre lo que puede y lo que debe hacerse. Disfruté especialmente el primer acto de Oppenheimer, que explora la educación de este inteligente joven científico norteamericano dirigido por algunas de las luminarias que lideran la ciencia en Europa. El recién graduado Dr. Oppenheimer trajo a nuestras tierras la naciente disciplina de la mecánica cuántica y comenzó a mostrar sus implicancias teóricas y prácticas, incluyendo el dominio militar. Movido por su opinión política de izquierda y su identidad judía, Oppenheimer dedicó con entusiasmo su ciencia al desarrollo de un arma poderosa que pudiera derrumbar a los Nazis, quienes eran enemigos tanto de su nación como de su pueblo. Así, aceptó el ofrecimiento del ejército de los Estados Unidos para dirigir el Proyecto Manhattan, dedicado al desarrollo de una bomba atómica. Con la ayuda de sus hipercompetentes colegas, Oppenheimer demostró que podía crearse una bomba de un poder destructivo épico, y en vistas del resultado inicial del ataque a Hiroshima, se mostró eufórico. 

La enseñanza Católica no consentiría nunca el realizar algo intrínsecamente malo a fin de que se pudiera obtener un bien.

Pero comenzó a inquietarlo el hecho de si esta espantosa arma debería haberse utilizado. Cuando visita al presidente Truman, comenta con verdadero dolor, que siente tener sangre en sus manos. La doctrina social de la Iglesia apoya la reserva de Oppenheimer por los bombardeos atómicos, que resultaron en la muerte de más de cien mil inocentes, violando claramente el principio de discriminación, que establece que en todo acto de guerra, debe distinguirse entre combatientes y no combatientes. Aunque muchos de los personajes en la película, incluyendo una versión ciertamente caricaturesca de Harry Truman, sacan a relucir la conocida justificación consecuencialista de que el ataque salvó vidas en el largo plazo, la enseñanza Católica no consentiría nunca el realizar algo intrínsecamente malo a fin de que se pudiera obtener un bien.

Un tercer tema para el ceño preocupado de Robert Oppenheimer es la tensión entre su lealtad a Norteamérica y su asociación con el Comunismo. El tercer acto de la película, que francamente encontré un poco tedioso, explora con cierto detalle esta contienda. Lo que hace difícil de aceptar a la sección final de la película, no es sólo su cadencia lenta sino también la extraña simpatía con el Comunismo de muchísimos de los amigos y colegas de Oppenheimer. Parece ser aun el caso en Hollywood que ser Comunista es genial y de vanguardia, siendo equivalente a una romántica devoción por los pobres y desfavorecidos —y esta actitud es compartida hoy por una alarmante cantidad de jóvenes en nuestro país. De hecho, la ideología Marxista-Leninista ha producido miseria económica y montañas de cadáveres en cada lugar en que fue implementada, y por lo tanto ninguna persona responsable en el siglo XXI debería tener el más mínimo aprecio por ella. Más aun, es sencillamente una cuestión registrada por la historia que hubo espías soviéticos asociados al Proyecto Manhattan y que representaron una amenaza real a la seguridad nacional. Aunque hubo extremistas Macartistas en los años 50, aquellos que sospecharon de ciertas asociaciones de Oppenheimer estuvieron más que justificados en su escepticismo y no deberían haber sido retratados como patanes semifascistas.

Oppenheimer es una buena película, y Oppenheimer mismo, en su inteligencia, su pasión, sus profundos defectos, es un personaje cautivante. Pero lo que mayormente me llevo de la película es su ceño nervioso.

Oppenheimer frowning nervously