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La Mega-Iglesia de la Ciencia

November 19, 2024

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Vivimos en tiempos inusuales. Diferentes aspectos de nuestra experiencia social transmiten una agitación que es casi palpable, asociada a las tendencias ideológicas que inundan a la cultura popular. Puntos de vista que normalmente se consideraban aceptables y veraces ahora se sienten como si estuvieran de cabeza. Hemos visto que el cumplimiento de algunas leyes se vuelve opcional cuando se rompe por razones justificadas ideológicamente, las definiciones de ‘sexo’ ahora son consideradas anticuadas y desafiadas por líneas de pensamiento profundamente desordenadas, y, además de todo, el proyecto científico que debería ser una búsqueda rigurosa de la verdad se utiliza como un instrumento para adquirir autoridad y conveniencia política. Existen múltiples señales que apuntan al estado aparentemente maltrecho de la ciencia en nuestra época actual; los días en los cuales el escepticismo era visto como una característica saludable de cualquier pensador científico parecen haber terminado. Los años 2010s fueron una época en la que las “teorías” de la tierra plana o la existencia de críptidos eran las máximas formas de desconfianza en la ciencia tradicional, pero en el clima cultural actual un gran número de “verdades científicas” son continuamente desafiadas y cuestionadas por personas preocupadas por lo que ven. La intuición del público para detectar irregularidades en el financiamiento, desarrollo y narrativas de la ciencia está en un nivel nunca antes visto.

Una de las características de este reciente colapso en la confianza en la ciencia es la abundancia de escándalos. Por ejemplo, la comentarista política y recientemente convertida al Catolicismo Candace Owens recientemente describió la ciencia como una “fe pagana” y afirmó audazmente que ella ha “abandonado la mega-iglesia de la ciencia”. Tras estos enunciados, varios debates públicos siguieron sobre la fiabilidad de los datos científicos, y la confianza incondicional en los hallazgos científicos considerando los posibles sesgos introducidos por intereses ideológicos y financieros. Pensamientos similares han sido repetidos por voces populares en redes sociales e incluso por una sección de la comunidad académica. Esta noción es parte de una desconfianza más amplia en las autoridades en todos sus ámbitos (como lo reflejan personalidades críticas del clima social general de nuestro tiempo, como Russell Brand), pero también incluye personalidades con trayectorias académicas notables, incluyendo al psicólogo y pensador Jordan B. Peterson y los biólogos evolutivos Heather Heying y Bret Weinstein. Muchos de sus argumentos giran en torno a la idea de que la investigación científica ha sido utilizada indebidamente para guiar agendas que al final del día son incompatibles con el espíritu del pensamiento científico. Otros escándalos han azotado al corazón de instituciones académicas, como las protestas en Evergreen College en 2017, las audiencias del Congreso de EE.UU. sobre antisemitismo en campus universitarios de la Ivy League en 2023 y la postura cuestionable de la asociación médica WPATH sobre las cirugías pediátricas de afirmación de género. Estas controversias solo han empeorado las cosas y, como resultado, una corriente de detractores ha optado por colocar todo lo etiquetado como ‘ciencia’ en un paquete para ser descartado. La ironía golpea una vez más, cuando nos damos cuenta que esta idea de que la ciencia es inherentemente defectuosa y potencialmente malvada se propaga utilizando los avances tecnológicos basados en esa misma investigación científica.

Creo que hay una importante necesidad de volver a contextualizar la ciencia . . .  

Estoy parcialmente de acuerdo con varios de estos sentimientos: la ciencia es un proyecto humano y, por lo tanto, en ocasiones necesariamente será imperfecto y fallido. Sin embargo, creo que hay una importante necesidad de volver a contextualizar la ciencia: es una disciplina antigua desarrollada durante milenios (y acompañando íntimamente al pensamiento cristiano), diferente de lo que se ha vuelto La Ciencia™. No me adentraré en la larga tradición científica dentro de la Iglesia Católica y las contribuciones de científicos y filósofos católicos como San Alberto Magno y Gregorio Mendel; en su lugar, intentaré poner la ciencia en su sitio delineando su alcance y límites, sus métodos y su naturaleza. Para este propósito, tomemos una página de la teología apofática y examinemos lo que la ciencia no es.

La ciencia no es una forma de epistemología que abarca todo

La epistemología es la rama de la filosofía que se ocupa de cómo adquirimos conocimiento. Tiene un alcance amplio y se nutre de múltiples tradiciones de pensamiento. El empirismo científico moderno, la noción de que obtenemos conocimiento sobre el mundo físico mediante observaciones (de las cuales derivamos conclusiones), es solo una de ellas. De hecho, la ciencia moderna proviene de la tradición de la filosofía natural y, como tal, se ocupa de una pequeña parte de las cosas que son cognoscibles, específicamente, el mundo natural. Como personas modernas, también nos referimos al mundo natural como el mundo material, y abarca un conjunto de fenómenos que son perfectamente adecuados para ser estudiados mediante el método científico. La razón de esta adecuación y el notable éxito de la ciencia en mejorar nuestra comprensión del mundo material es simple pero profunda: el mundo natural está regido por leyes que lo hacen al menos cognoscible y, en el mejor de los casos, predecible.

Un mundo físico regido por leyes que pueden ser inferidas a través del intelecto humano, además de ser un milagro, es una forma clara de delinear el alcance de la ciencia. Siglos de éxitos en la descripción de estas leyes parecen haber generado una falsa sensación de seguridad que resulta en la errónea entronización de la ciencia como la forma de conocimiento preeminente, una epistemología que abarca todo. Es necesario reiterar que la ciencia es una de muchas formas de alcanzar conocimiento, limitada a cosas que pueden ser físicamente medidas. En el lenguaje común moderno, es incluso normal ver una confusión entre la racionalidad y el “pensamiento científico”; la racionalidad ciertamente juega un papel en el empirismo científico, pero también lo trasciende.

La ciencia no produce afirmaciones de certeza absoluta

Tratar la literatura científica como un conjunto de hechos establecidos ignora completamente la naturaleza del progreso científico y la hace propensa a un uso indebido grave.

La ciencia, o más específicamente el empirismo científico, se basa en una forma clásica o extendida del método científico; un marco para formular y probar hipótesis para obtener conocimiento sobre un fenómeno. Por su propia concepción, el método científico toma observaciones de una muestra y evalúa estadísticamente la posibilidad de que los conocimientos obtenidos de esta muestra relativamente pequeña puedan extrapolarse con confianza a un conjunto más general. Aunque nuestras ideas típicas sobre cómo se ve un descubrimiento científico exitoso incluyen a cosas como descripciones matemáticas precisas de un fenómeno (como, por ejemplo, las leyes de la mecánica de Newton o las leyes de la herencia de Mendel), la mayoría de las fuerzas impulsoras del mundo material, infinitamente complejo, requerirían de número de mediciones tan grande para que pudieran desentrañadas que el ejercicio se vuelve poco probable. Cada observación contiene una probabilidad inherente de error que surge de la forma en la que se realizan las observaciones o de sesgos en cómo se eligen las observaciones. Aún más, fenómenos complejos como una epidemia necesitan tener en cuenta muchos factores que son técnica, práctica o teóricamente imposibles de medir. Corregir estos factores requiere un tipo de pensamiento diferente, donde no planteamos conclusiones como “A produce B”, sino “A está asociado con B”, “tenemos un 95% de confianza en que A produce B” o “A puede producir B si se da C”.

La inferencia estadística es inseparable de la mayoría de los problemas científicos modernos, precisamente porque, en la práctica, nos enfrentamos a limitaciones muy serias sobre cómo podemos recopilar y procesar datos. Esto hace que sea un desafío comunicar la incertidumbre detrás de las conclusiones de una investigación. También explica algunas de las discrepancias que ocurren entre estudios similares, realizados en diferentes contextos y que en ocasiones llegan a diferentes conclusiones. Todo esto sirve como una advertencia contra tomar solamente un experimento para llegar a una conclusión generalizable; sin embargo, muchos científicos han caído en la tentación de presentar sus hallazgos sin reconocer completamente esta incertidumbre, ya sea por la aplicación imprecisa del método científico o por el atractivo de ganar notoriedad (o incluso avanzar en convicciones e ideologías personales) mediante el uso de un estudio.

La ciencia no es una colección de hechos universalmente aceptados

Aunque suene contraintuitivo dentro del paradigma actual, la ciencia no es un conglomerado de hechos derivados de la aplicación del método científico. En conjunto, la comunidad de personas que aplican el método científico para abordar diferentes preguntas puede considerarse la “comunidad científica”, mientras que el corpus de datos, resultados y conocimientos producidos por este proyecto es el producto visible de esta comunidad. Sin embargo, la naturaleza de este corpus es dinámica y, de hecho, ha cambiado sustancialmente a lo largo del tiempo. El número de grupos independientes que realizan investigaciones científicas y publican sus hallazgos es más grande que nunca, y con tal amplitud de participantes, la totalidad del conocimiento producido se vuelve cada vez más ruidosa. Aunque la investigación científica es menos disruptiva ahora y los avances científicos son más raros debido a múltiples factores, el grueso de la producción científica inevitablemente oscila entre exhaustiva y precisa, incompleta pero reveladora, derivativa y simplemente errónea. Tratar la literatura científica como un conjunto de hechos establecidos ignora completamente la naturaleza del progreso científico y la hace propensa a un uso indebido grave. De hecho, ignora la naturaleza autocorrectiva de la ciencia: una conclusión válida actualmente será recontextualizada e incluso modificada a medida que surja nueva investigación de alta calidad.

“Seguir a la ciencia” es más como perseguir una liebre escurridiza que cambia constantemente de curso.

Por lo tanto, declaraciones como “sigamos a la ciencia” no tienen sentido porque son un llamado a alinear nuestros puntos de vista a un solo conjunto de preceptos, que están enmarcados casi siempre bajo un solo punto de vista, pero que pueden y deben alterarse a medida que aprendemos más sobre sus objetos de estudio. El consenso científico es igualmente esquivo porque, si bien es común que las ideas que se corroboran una y otra vez a través de distintas líneas de evidencia terminen siendo aceptadas ampliamente, una gran parte del conocimiento científico sigue siendo debatido y puede incluso ser desmentido por investigaciones novedosas y disruptivas. En realidad, “seguir a la ciencia” es más como perseguir una liebre escurridiza que cambia constantemente de curso. Esta perspectiva es bastante atractiva para los científicos que habitan en el borde de lo conocido, pero es una base inestable para construir estructuras que tienen que ser robustas, confiables y permanentes. También es fundamentalmente diferente a “seguir al método científico”, que aborda la naturaleza metodológica de la ciencia. La investigación científica se define sobre todo por el proceso que sigue, y el proceso en sí es lo que realmente se ha consolidado a lo largo de siglos de uso exitoso. No sigas a la ciencia, simplemente úsala. Quédate con lo bueno, descarta lo malo.

La ciencia no está exenta de ser utilizada con fines nefastos

En última instancia, la ciencia no es inmune a proporcionar respuestas parciales e incluso erróneas a preguntas empíricas porque, como cualquier herramienta, puede ser dirigida hacia algunas preguntas y no hacia otras, y estas direcciones pueden seguir intereses y preocupaciones sociales históricas. Una idea crucial a tener en cuenta es que, aunque hay mucho por aprender sobre el mundo natural a partir de hipótesis que se formulan y se ponen a prueba (ya sea que se prueben o se refuten), también hay mucho que aprender de las hipótesis que se ignoran por completo. Las declaraciones que suenan confiadas son fáciles de producir cuando la mayoría de la investigación producida en un campo se orienta hacia una manera en particular de ver un problema mientras se descartan por completo enfoques alternativos al mismo, ya sea por falta de financiamiento o de apoyo intelectual. Hay una fórmula que es precisa en su planteamiento pero permite ignorar la complejidad de un problema siendo estudiado: “No existe evidencia que sugiera que…”. Esta expresión nos dice muy poco sobre los esfuerzos realizados para obtener tal evidencia, o la falta de ellos.

En la misma línea, el conocimiento producido por la ciencia puede y ha sido trágicamente mal utilizado con fines nefastos, y con claros tintes ideológicos subyacentes. Elige cualquier postura en todo el espectro ideológico, y es probable que encuentres ejemplos de hallazgos de investigación científica utilizados para promover esa ideología, lucrar de manera poco ética o imponer cosmovisiones sin el contexto adecuado. Esto se suma a las claras infracciones en la ética de la investigación y los intereses económicos y de negocios que seguramente impulsan muchos de los sentimientos que describí al inicio de este artículo.

Aunque la proclamación fuerte de Candace Owens de que la ciencia es un culto pagano suena extravagante y exagerada, algunas de las formas contemporáneas en que se ve y se utiliza la ciencia pueden, virtualmente, convertirla precisamente en eso. Esto no es nuevo: cuando Facebook estaba en su apogeo entre las plataformas de redes sociales a principios de la década de 2010s, una página llamada en tono de broma I F*****ing Love Science (IFLS para abreviar, y para mantener algo de decencia; la broma lastimosamente se pierde sin un poco de conocimiento de Inglés) reinaba en mi “muro” de Facebook (lo que muestra lo nerd que era mi “muro”). IFLS producía contenido que elogiaba las contribuciones y la magnificencia de la ciencia mientras menospreciaba lo que en ese momento se veía como irracional y supersticioso. Esta página adoptó una forma de cientificismo, la veneración casi religiosa del proyecto científico y sus frutos. Como científico, no puedo respaldar del todo a las afirmaciones de Owens sobre la “mega-iglesa de la ciencia”, pero ciertamente hago eco de su preocupación por la glorificación de una herramienta y sus usuarios que, a pesar de sus contribuciones al florecimiento humano, no merecen (o me atrevo a decir, no merecemos) adoración alguna. Vivimos entre egregores que demandan nuestra atención todo el tiempo, no la alejemos de la Única y Verdadera Fuente de todo lo creado.