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Amigos, en nuestro Evangelio de hoy, Jesús cita el salmo donde David lo llama Señor. Esto nos trae a la mente una pregunta: ¿Reconoces tú también a Jesús como Señor? 

¿Está Cristo en el centro de tu vida y en cada detalle? ¿Es el Señor de tu vida familiar? ¿De tu vida recreativa? ¿De tu vida profesional? ¿Es Señor de todas las habitaciones de tu casa, incluido el dormitorio? ¿Tu sexualidad le pertenece? ¿Tus amistades sirven a sus propósitos? ¿Estás totalmente entregado a Él, y vives bajo su Señorío?

Cuando nos rendimos al camino del amor que Él nos ha trazado, nuestra vida se vuelve infinitamente más liviana, más fácil y alegre, porque nos movemos con un propósito divino. Salimos de lo que Pablo llama el camino de “la carne y entramos en el camino del ‘Espíritu’”.

El término carne se refiere aquí, no al cuerpo como tal, sino al pecado. Cuando estás atrapado en la autoestima y autoprotección, la vida se convierte en una carga y te encuentras agarrando armas de guerra todo el tiempo. Pero cuando reconoces a Jesús como Señor, puedes abandonar todo eso.