Amigos, llegamos hoy al Tercer Domingo de Adviento, y la gran imagen de Isaías es la del desierto floreciente. Muchos de nosotros atravesamos tiempos desérticos, períodos secos de prueba y preparación. Pero tal vez el Señor nos atrajo al desierto para despertar un sentido más profundo de dependencia de él. Debemos ser pacientes; y en este tiempo de espera, mirar hacia la Navidad —el gran florecimiento del desierto.
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