Amigos, el Evangelio de hoy cuenta la historia de cuando el Señor llama a Leví, también conocido como Mateo. Mientras Jesús estaba pasando, vio a Mateo en su puesto de recaudador de impuestos. En aquel tiempo, un recaudador de impuestos era un Judío que colaboraba con la opresión de Roma sobre su propio pueblo; era ser una figura despreciable.
Jesús miró a Mateo y simplemente dijo: “Sígueme”. ¿Invitó Jesús a Mateo porque este recaudador de impuestos lo merecía? ¿Estaba Jesús respondiendo a algún pedido de Mateo o algún anhelo en el corazón del pecador? Ciertamente no. La gracia, por definición, viene espontáneamente y sin explicación.
En la magnífica pintura de Caravaggio sobre esta escena, Mateo, vestido anacrónicamente con finas vestimentas del siglo XVI, responde al llamado de Jesús señalándose de modo incrédulo y con expresión burlona, como si dijera: “¿Yo? ¿A mí me buscas?”.Así como la creación es ex nihilo, así la conversión es una nueva creación, la recreación de una persona mediante la gracia a partir del no ser de su pecado. Se nos dice entonces que Mateo se levantó inmediatamente y siguió al Señor.