Amigos, el Evangelio de hoy nos presenta la Transfiguración de Cristo. ¿Qué es la Transfiguración? San Marcos nos habla literalmente de una metamorfosis, un ir más allá de la forma que Él tenía. Me gustaría usar la descripción de San Pablo cuando nos dice que es “el conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo”. En Su humilde humanidad, y a través de ella, Su divinidad brilla. La proximidad de Su divinidad de ninguna manera compromete la integridad de Su humanidad, sino que la hace brillar con mayor belleza. Esta es la versión de la zarza ardiente en el Nuevo Testamento.
El Jesús que es a la vez divino y humano, es un Jesús evangélicamente convincente. Si Él sólo es divino, entonces no nos llega; y si Él es sólo humano, no puede salvarnos. Su esplendor consiste en la unión de las dos naturalezas, sin mezclarse, ni confundirse.
Este mismo Jesús es quien luego acompaña a sus discípulos bajando de la montaña y camina con ellos al ritmo ordinario de sus vidas. Este es el Cristo que quiere reinar como Señor de nuestras vidas en cada momento y detalle. Si nos olvidamos de esta dimensión, entonces Jesús se convierte en un recuerdo lejano, una figura del pasado.