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Amigos, hoy celebramos la Exaltación de la Santa Cruz. ¡Que extraña fiesta debe haber sido para alguien en el mundo antiguo! ¡El triunfo de la Cruz! Habría sido similar a que alguien hoy hable sobre el triunfo de la silla eléctrica o la exaltación de la horca. 

La cruz era algo terrorífico para la gente en la época Greco-Romana, y ese era el punto. La cruz era terrorismo de estado, una forma de castigo capital reservado para aquellos que, del modo más ofensivo, habían socavado la autoridad del estado Romano. 

Entonces, ¿por qué razón estamos celebrando el triunfo de la Cruz? Hay sólo una explicación posible, y ella es la Resurrección de Jesús de entre los muertos. Todo intento de minimizar y restar importancia a la Resurrección quedan afuera por medio de esta fiesta. Si Jesús fue sólo víctima de esa terrible cruz tout court, entonces todos debemos irnos a nuestras casas.

Pero cuando la experiencia de la Resurrección comenzó a ser internalizada, los primeros cristianos se volcaron con cautivante atención a la Cruz, convencidos que en ella iban a encontrar algo decisivo. De algún modo, en la extraña providencia de Dios, esa Cruz fue un ingrediente en el mismo proceso por el cual Dios salvaría al mundo.