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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús deja en claro una vez más que Él y el Padre son uno. Dios no es una fuerza, una energía o una presencia espiritual que ocupa el fondo profundo de tu vida; no es algo que puedas aprovechar cuando te apetezca. Dios tampoco es un ser supremo distante que organizó el universo hace mucho tiempo y ahora lo deja a su suerte. 

Más bien, Dios es el Señor. Es el comandante, el gobernante, el gobernador, el que hace una demanda y luego se involucra íntimamente en los asuntos del mundo. 

Más aún, este Señor es uno. Esta es, como argumentó Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI), una declaración subversiva, ya que socava la afirmación de que cualquier otra cosa es absoluta. Ningún país, ningún presidente, ningún primer ministro, ninguna cultura, ningún libro, ninguna persona o partido político es absoluto, solo Dios. La unidad de Dios, para judíos y cristianos, no es simplemente una afirmación teórica; es una afirmación existencial de enorme importancia. Jesús y el Padre son un solo Dios, que es el Señor de toda la creación.