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Amigos, el Evangelio de hoy contiene el discurso del pan de vida: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”. Lo que Dios ha querido desde el principio es sentarse con sus criaturas a un banquete de compañerismo, compartir la vida y la alegría, dar, recibir y dar una vez más. 

Este es el círculo de la gracia. Cuanto más recibimos la vida divina, más debemos darla y así obtenemos más de ella. 

A lo largo del Antiguo Testamento, encontramos imágenes de banquetes sagrados. En el monte santo de Dios, Isaías dice que habrá buenas carnes y vinos selectos. Y a lo largo de su ministerio, Jesús participa en comidas a las que todos están invitados. Dios quiere compartir su vida con nosotros. 

Esto llega a su máxima expresión en la Eucaristía, donde Jesús cambia el pan y el vino en Cuerpo y Sangre, y luego nos invita a todos alrededor de la mesa a festejar y compartir la vida, a dar y recibir y volver a dar.