Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús invita a sus primeros discípulos a venir y quedarse con Él.

Este mandato de Jesús es un poco como un ritual de iniciación. Para prepararse a una vida de discipulado, sus seguidores primero deben pasar por un período intensivo de formación espiritual, a modo de noviciado en un monasterio o campo de entrenamiento en el campo de fútbol o en el campo de entrenamiento en el ejército. Durante este tiempo debían aprender, hasta en sus huesos, los elementos esenciales de la nueva forma de vida. Entonces los discípulos aprendían una nueva forma de dependencia radical de Dios.

Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con nosotros? Alguien puede decir: “Soy un hombre de 50 años con esposa e hijos, un trabajo y responsabilidad; no puedo irme a la deriva en un bote, confiando en la providencia de Dios”.

Es cierto, pero puede, por ejemplo, ir a un retiro espiritual cada año. Pasar una semana una vez al año en un monasterio o en un centro de retiros, viviendo intensamente la vida espiritual; vivir la Cuaresma de manera más severa y radical este año, tal vez llevando a cabo un ayuno difícil o dando limosnas hasta que duela. Estas son cosas que cualquiera de nosotros puede hacer.