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Amigos, en el Evangelio de hoy el Señor nos exhorta a la vigilancia mientras esperamos el día de su Segunda Venida: “Tengan cuidado y estén prevenidos porque no saben cuándo llegará el momento.” Hemos llegado al final del año litúrgico y estamos llegando al final del año calendario. Y así nuestras lecturas adquieren una naturaleza inquietante y premonitoria. El fin de todas las cosas está siendo presentado ante nuestras mentes y corazones.

Los cristianos han estado preocupados por este problema desde los primeros días. ¿Qué motivó este interés? Probablemente lo que lo impulsa en cualquier época: la naturaleza dolorosa y oscura del mundo: plagas, hambrunas, enfermedades, las amenazas de invasiones, corrupción en las altas esferas.

Pero también esta la Resurrección de Jesús de entre los muertos. Este evento catastrófico convenció a los primeros cristianos de que el mundo, tal como lo conocían, estaba llegando a su fin. Y en realidad tenían razón. La Resurrección significó un realineamiento cósmico, un redireccionamiento.

Y el Señor nos insta a la vigilancia: “No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: “¡Estén prevenidos!””.