Amigos, las dos palabras más importantes de nuestro Evangelio de hoy son alegría y mandamientos. Ahora, les digo que estos no son términos que podamos yuxtaponer fácilmente. Solemos asociar los mandamientos con el cumplimiento del deber y la responsabilidad, o con la rectitud moral, y eso normalmente parecería oponerse al gozo.
Encontramos gozo solo en Dios, porque nuestras almas han sido programadas para ir hacia Dios. Debemos encontrar a Dios si queremos ser gozosos. Pero aquí está el truco, y en ello se exhibe toda la vida cristiana: Dios es amor. Dios se despoja de Sí mismo en favor del otro. Esto significa, paradójicamente, que para llegar a encontrar a Dios debemos ser don y ofrecernos a los demás. Tener a Dios es ser lo que Dios es, y eso significa dar la vida. Sólo eso te hará feliz.
Ahora vemos el vínculo entre alegría y mandamientos: “Este es mi mandamiento: ámense unos a otros como yo los amo”. Cuando aceptamos este mandamiento, caminamos por el camino de la alegría. Cuando interiorizamos esta ley, nos volvemos felices.