Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos enseña a cómo corregir a nuestros hermanos. Lo más rico aquí es la búsqueda del problema con un profundo cuidado por la persona en cuestión y también por la Iglesia como familia (ya que el amor es nuestro llamado constante). Y luego la maravillosa conclusión: “Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano”.

Esto suena, al principio, como un rechazo total, pero luego recordamos cómo Jesús trató a los gentiles y a los recaudadores de impuestos: comiendo con ellos, buscándolos, atrayéndolos a Su círculo. Puede haber un momento de rechazo en el proceso de corrección fraterna, pero es solo provisional y solo con el fin de una eventual reconciliación.

San Agustín, que nunca tuvo miedo de decir la dura verdad cuando era necesario, siguió las recomendaciones de este Evangelio de manera muy concreta. Sobre la mesa de su residencia episcopal donde cenaba con los sacerdotes de su diócesis colgaba un letrero que decía: “Si hablas mal de tu hermano no eres bienvenido a esta mesa”.