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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús anuncia el principio que resuelve de modo implícito el problema entre religión y política: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”.

Dios es la fuente más profunda e inspiración de todo en la vida, desde el deporte hasta el derecho, las artes, la ciencia y la medicina. Todo viene de Dios y vuelve a Dios. Entonces, ¿qué sucede con esta conocida cuestión entre religión y política?

La política no está en un reino separado de lo religioso; más bien, su terreno más profundo es espiritual. Santo Tomás de Aquino sostuvo que la ley realmente proviene de la ley eterna, que es decir la mente de Dios. Esta ley eterna se refleja en el corazón y la mente humana, y son los principios básicos que llamamos ley natural. Entonces, la ley positiva —desde las normas de tránsito hasta las leyes antimonopolio— serían aplicaciones concretas de la ley natural.

Por lo tanto, toda ley —la materia misma de la política— tiene que ver con Dios, ya que la ley positiva debe estar basada en la ley natural, y está en la ley eterna. Es por ello que deberíamos esperar que nuestros políticos y jueces actuarán de acuerdo con nuestros bienes morales y espirituales.