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Amigos, el Evangelio de hoy narra la sanación de diez leprosos, donde Jesús dice: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Los leprosos que suplicaron por una cura no estaban solamente preocupados por su estado de salud; eran israelitas y estaban exiliados del Templo, y por lo tanto eran un símbolo muy apropiado de la condición general de un Israel disperso, exiliado y errante. Al curarlos, Jesús estaba, simbólicamente hablando, congregando a las tribus y haciéndolas volver a la adoración del Dios verdadero. 

Por eso les dice a los leprosos: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. En otras palabras, vuelve al templo del que has estado ausente durante tanto tiempo. Pienso que los leprosos aparecen aquí, no tanto por los que son marginados socialmente, sino por aquellos que se han apartado de la adoración, los que ya no pueden o no quieren adorar al Dios verdadero. 

¿Qué tiene de importante la adoración? El teólogo protestante Paul Tillich dijo que la clave para comprender a una persona es descubrir su “máxima preocupación”, o en otras palabras qué es “lo que adora”. ¿Tú qué adoras? Si no es al Dios viviente, te has apartado a la tierra del exilio. De hecho, te has vuelto impuro.