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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús afirma el valor de la limosna: “Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro”.

La limosna es valiosa porque todos somos miembros del Cuerpo Místico —estamos involucrados en cada uno. Nunca puedo decir que tu sufrimiento no es mío o que tu necesidad no es mía. Todos estamos involucrados el uno con el otro. Somos responsables unos de otros y dar limosna es una forma muy concreta de reconocerlo. Cuando compartimos regalos o caridad con los necesitados, reconocemos el hecho de que en esto no estamos solos, que las cosas que poseemos están destinadas a otros. La limosna también está ligada a las obras de misericordia corporales y espirituales, que todo católico está obligado a practicar todos los días.

Numerosos maestros espirituales han sido testigos de que la fe en Dios se fortalece no tanto por esfuerzo intelectual como por acciones morales. Cuando un hombre le preguntó al poeta jesuita inglés Gerard Manley Hopkins qué debía hacer para creer, Hopkins respondió: “Da limosna”. En la medida que ames a través de actos tangibles llegarás a creer más profundamente y a entablar una amistad más plena con Dios.