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Amigos, la parábola de la viña que relata Jesús en el Evangelio de hoy es una de las más perturbadoras. Ten en cuenta que perturbar es uno de los propósitos principales de las parábolas, historias que imaginan nuevos mundos y dan vuelta el mundo donde estamos.

Conocemos bien el esquema de la historia: un hacendado sale a contratar trabajadores para su campo, contratándolos en diferentes momentos del día. Luego, al final del día de trabajo, paga a cada uno el mismo salario. Cuando los primeros contratados se quejan, el propietario responde: “¿No soy libre de hacer lo que quiero con mi propio dinero? ¿Tienes envidia porque soy generoso?

¿Alguno de nosotros realmente encuentra esta respuesta satisfactoria? ¿Porque es que la mayoría de nosotros nos ponemos instintivamente del lado de los que se quejan? ¿Has notado que la única virtud que incluso los niños pequeños parecen entender implícitamente es la justicia? “¡Es que no es justo!” Bueno, aquí esto no parece justo.

Pero debemos mirar esta historia a través de la lente del profeta Isaías quien nos recuerda que los caminos de Dios no son nuestros caminos. ¿Representa esta historia una disminución del valor justicia? No, más bien, es una demostración de la justicia que fluye de la visión de Dios sobre las cosas.