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Amigos, el Evangelio de hoy celebra el llamado de Jesús a Mateo, el recaudador de impuestos, cuando le dice: “Sígueme”.

El llamado de Jesús se dirige a la mente, pero a través de la mente pasa al cuerpo, y a través del cuerpo a toda la vida y a las decisiones más prácticas. “Sígueme” tiene la misma connotación que decir eres un “aprendiz mío”, o bien “caminarás mi camino; pensarás como pienso; elegirás lo que yo elija; verás como yo veo”. El discipulado implica una reelaboración completa de nuestro ser de acuerdo con el modelo y modo de Jesús.

Al escuchar las palabras del Señor, entonces Mateo “se levantó y lo siguió”. La palabra griega que se emplea para decir “se levantó” es anastas, y es la misma usada para describir la Resurrección (anastasis) de Jesús de entre los muertos. Seguir a Jesús es una especie de resurrección de entre los muertos, ya que implica la transición de una forma de vida inferior a una superior.Quienes han sufrido una conversión profunda tienden a hablar de su vida anterior como una especie de ilusión, algo que no era del todo real. El padre del hijo pródigo dice: “Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida”. De este modo, la conversión es una anastasis, un levantarse de la muerte.