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Amigos, la semana pasada escuchamos el gran Evangelio de la confesión de Pedro. Él dice correctamente quién es Jesús y se lo declara roca, terreno firme sobre el cual se construirá la Iglesia. Y solo unos momentos después —en nuestro Evangelio para hoy— Jesús le dice Satanás, un obstáculo, que piensa no como Dios sino como los hombres. ¿Cómo se explica este notable cambio?

En el Evangelio siempre es relativamente simple: no comprender el significado de la cruz. Todo el impulso de la vida de Jesús es hacia la cruz. Todo tipo de fuerzas están tratando de evitarlo —algunas por interés propio, otras por preocupación genuina. Pero todos tienen esto en común: no la entienden, no la entienden.

Entonces Pedro, probablemente por amor genuino a Jesús, lo trata de alejar de la Pasión: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá”. Habiendo confesado correctamente quién es Jesús, Pedro rápidamente olvida lo que eso significa. Pensaba que ser el Hijo de Dios significaba poder y señorío, no ignominia y muerte.