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Amigos, en el Evangelio de hoy, un joven se acerca a Jesús y le pregunta: “Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?”. Esta pregunta honesta y escrupulosa simboliza el anhelo universal del ser humano por una integridad moral. Como tal, no se trata principalmente de una pregunta sobre reglas, mandamientos y prohibiciones, sino sobre la búsqueda del “sentido pleno de la vida”.

La respuesta inicial de Jesús es algo enigmática: “¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno”. De hecho, va al meollo del asunto. El mayor error que se puede cometer es presumir que el objetivo de la búsqueda se puede encontrar en cualquier bien o verdad que no sea Dios.

Uno de los temas que se repite con mayor insistencia en la Biblia es que, dado que estamos hechos según la imagen de Dios, no encontraremos satisfacción en otra cosa que no sea Dios, ni en nada que simule la divinidad. Y esto ha sido repetido prácticamente por todas las figuras principales en nuestra tradición, siendo las palabras más famosas y poéticas aquellas de San Agustín: “Oh Señor, nuestros corazones estarán errantes hasta que descansen en Ti”.