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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos enseña sobre la sagrada unidad del matrimonio. Los vínculos físicos, sexuales, psicológicos, económicos y amorosos entre un hombre y una mujer tienen, en última instancia, un propósito sagrado: actuar como conducto de la vida divina en el mundo.

¿Cómo funciona esto? En la unidad de un hombre y una mujer, que se vuelve fecunda de muchas maneras, vemos una imagen de la Santísima Trinidad: el Padre y el Hijo que se aman el uno al otro de manera tan perfecta que Su Amor da a luz al Espíritu Santo.

Una pareja casada debería ver que su relación es como un ícono de la Santísima Trinidad, y más aún, un medio por el cual el amor Trinitario irrumpe en el mundo. La pareja tiene una misión ante Dios.

San Pablo observó que el matrimonio cristiano tenía precisamente un propósito cristiano: ser símbolo del amor de Cristo y la Iglesia. Como un esposo ama a su esposa (y como ella lo ama a él), también Cristo ama a la Iglesia y ella (al menos idealmente) lo ama a Él. ¿Cómo vemos el amor de Cristo por su Iglesia? Como una realidad profundamente alegre, porque es el compartir la vida divina.