Amigos, nuestra propia maldad y virtud pertenece a uno mismo. Aunque la historia de nuestras comunidades y contexto afectan nuestra mente y nuestra voluntad, sin embargo, el individuo comparece solo en la presencia de Dios. Le mostramos a Dios y al mundo quiénes somos por la integridad de nuestros actos morales. Lo que hacemos define quién somos, y por lo tanto debemos cultivar la dimensión moral de nuestra vida para evitar una calamidad ética.
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