Amigos, yo mantengo muchos debates y diálogos con los no creyentes y, a menudo cuando atacan la fe, es a partir de frases como: “¿Cómo podría un Dios omnisciente y todo bondadoso permitir (completen el espacio)? ¿Por qué permite la leucemia en un niño, o las catástrofes naturales, o el sufrimiento animal?“ Gran parte de la objeción gira sobre el enigma que supone la existencia de Dios. Y escuchamos hoy una respuesta clásica del corazón mismo de nuestra tradición en nuestra segunda lectura de San Pablo a los romanos.
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