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Amigos, en el Evangelio de hoy vemos a Jesús rezando al Padre. Se nos da en ello una participación en la vida interior de Dios por medio de la conversación entre las dos primeras personas Trinitarias.

¿Y cuáles son entonces las “cosas” que han sido ocultadas a los sabios y reveladas a los pequeños? Nada menos que el misterio de la vida interior de Dios.

Ahora, ¿por qué precisamente este conocimiento ha sido ocultado a los sabios y revelado a los niños? La clave está en el párrafo siguiente: “Todo me ha sido dado por mi Padre”. ¿Cuál es la esencia de la vida divina? Es un intercambio de dar y recibir.

El Padre, olvidándose de Sí mismo, da lugar al Hijo, y el Hijo, rehusando aferrarse a Sí, recibe del Padre. El Espíritu Santo es un compartir mutuo del Padre y el Hijo. La vida más propia de Dios es mirar hacia el otro en el amor.

Desde Adán y Eva hasta hoy el problema humano más fundamental es la búsqueda de otras cosas que no son Dios. Buscamos llenar el ego con cosas como honor, poder, placer, sexo. Pero todo esto nunca funciona porque estamos diseñados por Dios, y Dios es amor.