Amigos, llegamos ahora al segundo domingo de Cuaresma, y estamos en lo que llamo un terreno peligroso y muy sagrado porque la Iglesia nos da esta lectura del capítulo veintidós del Génesis. Los antiguos israelitas se referían a él como el “Akedah”, que significa la “atadura”: Abraham ata a Isaac y está listo para sacrificarlo por mandato de Dios. Es difícil imaginar otro texto en el Antiguo Testamento que haya provocado más desconcierto y oposición. Y coincido con Søren Kierkegaard: si no experimentas “temor y temblor” habiendo leído este texto, no has estado prestando atención. Y se está refiriendo a algo de absoluta centralidad en la vida espiritual.
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