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Amigos, en el muy familiar y majestuoso pasaje del Evangelio de hoy, Jesús nos exhorta a confiar en Él: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí”. 

Mucho depende del significado espiritual de la pequeña palabra “confianza”. Jeremías el profeta lo expuso de la manera más clara y sencilla posible: “Maldito el hombre que confía en los hombres, que hace de la carne su fortaleza, cuyo corazón se aparta del Señor”. Y a la inversa, “Bienaventurados los que confían en el Señor, el Señor será su confianza”. 

¿Qué significa confiar, volver el corazón a Dios? Significa enraizar toda la vida en Dios, y no en nuestras preocupaciones en las cosas de este mundo como la riqueza, el poder, el placer y honor. 

La pregunta que debemos hacernos es “¿Cuál es el centro de gravedad de mi vida?”. La Biblia propone consistentemente esta pregunta. Por ejemplo, leamos el libro de Josué, cuando confronta al pueblo de Israel preguntándoles: “¿Sirven al Señor o a otros dioses?”. Y esta es la pregunta que también debe ser respondida hoy.