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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús sana a un hombre en el Sabbat, demostrando así su autoridad sobre la Ley. Jesús, tal como está descrito en los Evangelios, habla y actúa constantemente en la misma persona de Yahvé, el Dios de Israel.

En otra ocasión, defendiendo a sus discípulos de la acusación de recoger granos en el Sabbat, Jesús les recuerda que los sacerdotes que servían en el Templo pueden, en determinadas circunstancias, violar el Sabbat y seguir siendo inocentes; luego agrega brevemente: “Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo”. El único que podía razonablemente afirmar ser “más grande” que el Templo sería quien es adorado en el Templo.

En varios momentos durante el Sermón de la Montaña, Jesús afirma: “Ustedes han oído que se dijo… pero Yo les digo…” Este rechazo de la Torá, la revelación dada por Yahvé al mismo Moisés y, por lo tanto, lugar de apelación final para judíos piadosos, habría abrumado a cualquier judío del primer siglo. Una vez más, el único que legítimamente puede invalidar la Torá con tal despreocupación sería el mismo autor de la Torá.