Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús promete que tendremos ayuda divina cuando nos defendamos de las persecuciones. Desde los primeros siglos hasta los tiempos modernos, la Iglesia, especialmente cuando está bien visible, ha sido perseguida.
¿Conoces el principio que dice que si alguien trae malas noticias la gente reclama: “Mata al mensajero”? De alguna manera es por ello que la Iglesia es perseguida. Llevamos el mensaje de un mundo nuevo. Y al viejo mundo nunca le gusta ese mensaje pues es amenazante. Por lo tanto, el instinto de matar al mensajero se activa. La Iglesia será perseguida mientras diga las palabras liberadoras de Jesucristo.
¿Entonces qué debemos hacer? ¿Cómo debemos vivir durante este período? Escuchemos al Señor: “Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir… porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir”. Tenemos un trabajo simple durante los tiempos de transición. Anunciamos el Evangelio con valentía. ¿Por qué? Porque estamos hablando con la autoridad del Señor. Y porque el poder del viejo mundo no puede vencernos.