Amigos, justo antes de Su Pasión y Muerte, Jesús nos relata una historia sorprendente, que es nuestro Evangelio de hoy. La viña fértil significa Israel, Su gente elegida. Pero podría ser ampliada e incluir a todo el mundo. ¿Qué es lo que aprendemos a través de esta bella imagen? Que Dios ha hecho para Su gente un lugar donde encontrar descanso, alegría y buen trabajo.
Nosotros—Israel, la Iglesia, el mundo—no somos los propietarios de esta viña sino los viñadores. Uno de los errores espirituales más básicos que podemos cometer es pensar que somos dueños del mundo. Somos arrendatarios a quienes se nos ha confiado la responsabilidad de cuidarlo; pues todo lo que tenemos y somos está a préstamo. Nuestra vida no es acerca de nosotros mismos.
Cristo es el juicio de Dios. Todos nosotros estamos bajo Su juicio. En la medida que lo matamos, rechazamos escucharlo, ponemos nuestro arrendamiento a riesgo. Entonces la gran pregunta que surge de esta lectura es: “¿Cómo estoy usando los dones que Dios me ha dado para Sus propósitos? ¿Mi dinero? ¿Mi tiempo? ¿Mis talentos? ¿Mi creatividad? ¿Mis relaciones?” Todo es para Dios, y por lo tanto todo está bajo Su juicio.