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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús se encuentra con una mujer samaritana. A lo largo del Antiguo Testamento vemos que los pozos son lugares de encuentro. El criado de Abraham encontró una esposa para Isaac junto a un pozo; Jacob conoció a su esposa, Raquel cerca de un pozo.

Por lo tanto, cuando San Juan nos dice que Jesús se encuentra con una mujer en el pozo de Jacob, deberíamos esperar que algo parecido a un matrimonio esté por suceder. La mujer samaritana, dice San Agustín, representa a la Iglesia, que es la novia de Jesús.

La mujer samaritana le dice a Jesús que no está casada. Jesús responde con claridad devastadora: “Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad”. Pensemos en los cinco maridos como cinco caminos errantes que la mujer ha tomado. Se ha “casado” con la riqueza, el placer, el honor, el poder, las cosas materiales, etc. Pensemos en ello como cinco ideologías o gurús que ha seguido, con la esperanza de encontrar alegría.

El punto de la historia es Jesús que propone matrimonio a la mujer, a su novia, la Iglesia. Solo en Él la raza humana encontrará la felicidad, la paz y un “manantial de agua que mana hacia la vida eterna”.