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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús lanza un feroz ataque contra los estudiosos de la Ley.

El Hijo enseña, sana, predica y perdona a quienes se sienten lejos de la misericordia de Dios. Él es la mano que el Padre extiende a los pecadores y a los que están perdidos. Y de la misma manera, Él es juez de un mundo pecaminoso. Cuando aparece la Luz del amor perdonador de Dios, las sombras del pecado se vuelven más profundas y más obvias. A la luz de Él ya no hay dónde esconderse. Y Jesús, la Palabra del Padre, vocaliza este juicio: “¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden”.

El Hijo menciona todos aquellos poderes que se oponen a las intenciones creativas y amorosas de Su Padre. Él habla con palabras de enjuiciamiento a un mundo que se vuelto acogedor al pecado. Él “canaliza” todos los sentimientos del Padre hacia el mundo: amor intenso y perdonador hacia todos aquellos que están perdidos, y un odio igualmente intenso hacia las estructuras de la oscuridad.