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Amigos, el Evangelio de hoy es el relato de una persistente mujer cananea. Como en todas las historias “difíciles” del Evangelio, hay un impacto espiritual.

Los propósitos salvíficos de Dios son para todo el mundo. Israel fue elegida para que fuera vehículo de salvación para todos. Por lo tanto, la misión principal de Jesús es, de hecho, respecto de los hermanos judíos, pero a lo largo de los Evangelios hay muestras de que Su ministerio tiene un propósito más amplio.

Cuando Jesús entró en un territorio pagano una mujer cananea gritó: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Ella representa el anhelo del mundo por justicia, misericordia y el amor de Dios. Ella percibe correctamente dónde se puede encontrar todo esto. Ella encarna el hambre de una humanidad perdida.

Las respuestas de Jesús van del silencio, a una reprimenda indirecta, a un insulto. Y habiendo recibido esos golpes, la mujer responde con una fe que agrada al Señor. ¿Está Jesús probando a la mujer para que ella sepa cuán grande es su fe? Esta fue la explicación de San Agustín acerca de por qué Dios a veces dice que no a la oración repetida. Y esta es la razón por la cual la perseverancia en la oración es tan recomendable en la gran tradición cristiana.